viernes, 2 de mayo de 2014

Historia del microondas



Igual que muchos de los grandes inventos que hoy son comodidad y mañana necesidad, el horno de microondas es, de hecho, un subproducto de otra tecnología. En 1946, durante el curso de un proyecto de investigación relacionado con el radar, el doctor Percy Spencer, ingeniero de la Raytheon Corporation, notó algo muy peculiar, mientras estaba probando un nuevo tubo al vacío llamado magnetrón, descubrió que un dulce en su bolsa se había derretido. Intrigado –pensó que quizá la barra de chocolate había sido afectada por esas ondas-, el doctor Spencer hizo un experimento: coloco algunas semillas de maíz para hacer palomitas cerca del tubo. Entonces, vio como el maíz se movía, se cocía he hinchaba y brincaba esparciéndose por todo el laboratorio.

historia del horno microondas
Horno micro-ondas moderno


A la mañana siguiente, el científico decidió colocar el magnetrón cerca de un huevo de gallina. Esta vez le acompañaba un colega, quien atestiguo como el huevo comenzó a vibrar debido al aumento de presión interna originada por el rápido incremento de la temperatura de su contenido. Su colega se acercó justamente cuando el huevo explotaba y la yema caliente le salpico en la cara. Al observar la escena, el rostro del doctor Spencer se ilumino con una lógica conclusión científica: lo acaecido a la barra de chocolate, las palomitas de maíz y ahora al huevo, podía atribuirse a la exposición a la energía de baja densidad de las microondas. Y si se podía cocinar tan rápidamente un huevo, ¿Por qué no probar con otros alimentos? así comenzó la experimentación. 

El doctor Spencer diseño una caja metálica con una abertura en la que introdujo energía de microondas. Esta energía, dentro de la caja, no podía escapar y por lo tanto creaba un campo electromagnético de mayor densidad. Cuando se le colocaba alimento se producía energía de microondas y la temperatura del alimento aumentaba rápidamente. El científico había inventado lo que iba a revolucionar la forma de cocinar y sentaba las bases de una industria multimillonaria: el horno de microondas.

Los ingenieros se dedicaron a
trabajar en el invento del doctor Spencer, lo mejoraron y lo modificaron para un uso práctico. A finales de 1946, la Raytheon company solicito una patente para emplear las microondas en el cocimiento de los alimentos. Instalaron en un restaurante de Boston un horno que calentaba los alimentos mediante energía de microondas con la finalidad de probar su funcionamiento. Después de esta experiencia en 1947, salió al mercado el primer horno comercial de microondas. Estas primeras unidades eran grandes y pesadas, de 1.60m de altura y 80Kg de peso. Por otro lado, el magnetrón se enfriaba con agua, de modo que era necesario instalar tubería especial. También, su precio era elevado, costaba alrededor de 5000 dólares cada uno.
Al inicio hubo resistencia contra estas unidades y lógicamente, no fueron aceptadas de inmediato. Las primeras ventas eran desalentadoras. Sin embargo las mejoras y refinamientos posteriores produjeron un horno más confiable y liviano, menos caro y con un nuevo magnetrón enfriado por aire; así, se eliminó la necesidad de colocar tuberías. Este hecho logro que el horno de microondas alcance un nivel de aceptación relativa, particularmente en el campo de la venta de alimentos rápidos.
Los comerciantes no podían conservar los alimentos, se les descomponía rápidamente. Esto constituía un problema ya que les significaba pérdidas cuantiosas. Pero, al aparecer el horno microondas, pudieron mantener los alimentos congelados y luego calentarlos a la orden del cliente. De inmediato, los dueños de los negocios de alimentos rápidos y restaurantes se dieron cuenta de que el nuevo artefacto resolvía más problemas de los que creaba.

 Cuando la industria alimenticia comenzó a reconocer todo el potencial y versatilidad del invento del doctor Spencer, este se aplicó a nuevos y variados usos. Las industrias comenzaron a emplear las microondas para secar las rebanadas de papa, tostar granos de café, etc. Se podía descongelar y dar cocimiento final a las carnes. Otras industrias encontraron conveniente las diversas aplicaciones del calentamiento por microondas. Con el tiempo se emplearon estas para secar corcho, cerámica, papel, cuero, tabaco, fibras textiles, lápices, flores, libros húmedos y cabezas de cerillos. El horno de microondas se transformó en una necesidad para el mercado comercial y las posibilidades parecían interminables.

Los avances tecnológicos y el desarrollo posterior condujeron a un horno de microondas evolucionado y al alcance de la cocina del consumidor. Sin embargo aparecieron muchos mitos y desconfianza acerca de las nuevas y misteriosas estufas electrónicas de radar, de modo que se retrasó algo el florecimiento, aunque no mucho. En los años 70 más y más gente encontró que las ventajas de cocinar con microondas compensaba los riesgos probables y al parecer nadie moría de “envenenamiento” por las radiaciones, ni quedaba ciego, estéril o impotente (al menos debido al uso de hornos de microondas). Cuando se desvanecieron los temores, comenzó a filtrarse una creciente ola de aceptación en las cocinas de EEUU, contradiciendo mitos y convirtiendo la duda en demanda. Había empezado el auge.

En 1975, por primera vez las ventas de hornos de microondas rebasaron el número de estufas de gas vendidas. El año siguiente se informó que 17% de todos los hogares de Japón cocinaban con microondas, en comparación de solo 4% de los hogares de EEUU durante ese año. Sin embargo para 1978, los hornos de microondas adornaban las cocinas de más de 9 millones de hogares, aproximadamente 14% en EEUU. Al final de 1980, esta cifra aumento en más de 25%. En 1986, el horno de microondas se hizo más patente que el lavavajillas y alcanzo 60%, o sea aprox. 52 millones, de los hogares estadounidenses.

Si alguna vez se consideró un lujo tener un microondas, hoy en día debido a la moderna tecnología y a la demanda popular, se ha convertido en una necesidad practica para un mundo activo. El mercado en expansión ha originado un estilo de acuerdo a cada gusto, un tamaño y forma que se acomodan a cada cocina y un precio asequible a casi cualquier bolsillo.

El doctor Percy Spencer, el inventor, continúo en Raytheon como consultor sénior hasta su muerte a la edad de 76 años. Fue autor de más de 100 patentes y se le consideraba uno de los principales expertos en el campo de las microondas.

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