Cómo tomar las decisiones más
importantes de nuestra vida
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Tomar decisiones |
A la mayoría de nosotros no nos
han cortado las conexiones entre la parte emocional y la racional de nuestro
cerebro, sin embargo muchas veces olvidamos el papel preponderante que tienen
nuestras emociones a la hora de tomar decisiones. ¿Cuántas veces intentamos, en
pos de la «objetividad», desarrollar razonamientos y tomar decisiones desapasionadas? Dejar las emociones afuera de
la ecuación nos puede hacer tomar decisiones pensadas pero no sentidas. La
ciencia hoy demuestra que ésta no es la más inteligente de las opciones. A la
hora de decidir, lo importante es tener en cuenta los datos que tenemos de la
realidad y a la vez prestar atención a dos aspectos muy importantes: cómo nos
sentimos con respecto a esa situación/decisión y cuál es nuestra sensación más
visceral, también llamada intuición. Según Goleman, la presencia de esta
impresión profunda nos da claridad y seguridad para avanzar hacia una
determinada acción o renunciar a ella. «La llave que favorece la toma de
decisiones es permanecer en contacto con nuestras propias emociones», asegura
el divulgador científico.
Quienes hacen publicidad saben el
peso que las emociones tienen en el proceso de toma de decisión de los
clientes. Los especialistas en marketing saben que para vender un producto o
servicio no alcanza con mostrar las ventajas del mismo (parte racional), sino
que tienen que apelar a la parte emocional ya que, para poder decidirnos por la
compra, la información tiene que haber entrado por los dos canales: el racional
y el emocional. Además, aquello que entra por la vía de la emoción se instala
en nuestra memoria de largo término. Como tan bellamente lo expresara la poeta
afroamericana Maya Angelou, «las personas podrán olvidar lo que les dijimos,
podrán olvidar lo que les hicimos… pero jamás olvidarán cómo las hicimos
sentir». En nuestros seminarios suelo preguntar qué estaban haciendo el 11 de
septiembre de 2001 para demostrar cómo aquello que entra por la emoción no se
olvida. Por eso también es que las emociones son tan importantes: dejan huellas
imborrables en nosotros y en los otros.
El doctor Antonio Damasio asegura
que «los sentimientos desempeñan un papel fundamental para navegar a través de
la incesante corriente de las decisiones personales que la vida nos obliga a
tomar. Es cierto que los sentimientos muy intensos pueden crear estragos en el
razonamiento, pero también lo es que la falta de conciencia de los sentimientos
puede ser absolutamente desastrosa, especialmente en aquellos casos en los que
tenemos que sopesar cuidadosamente decisiones de las que, en gran medida,
depende nuestro futuro: la carrera que estudiaremos, la necesidad de mantener
un trabajo estable o de arriesgarnos a cambiarlo por otro más interesante, con quién
casarnos, dónde vivir, qué apartamento alquilar, qué casa comprar, etcétera.
Éstas son decisiones que no pueden tomarse exclusivamente con la razón, sino
que también requieren del concurso de las sensaciones viscerales y de la
sabiduría emocional acumulada por la experiencia pasada. La lógica formal por
sí sola no sirve para decidir con quién casarnos, en quién confiar o qué
trabajo desempeñar porque, en esos dominios, la razón carente de sentimientos
es ciega».
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