Complejo de Edipo
Los celos son un sentimiento que
acompaña al temor de perder a la persona
amada, en beneficio de un rival real o imaginario. La psicología y la
psiquiatría se han ocupado de la naturaleza de este sentimiento que frecuentemente llega a tener un carácter patológico y que se ha utilizado como
justificación de conductas muy negativas.
En el estudio de los celos se han
distinguido entre los celos infantiles y los amorosos. Sigmund Freud estudió
con detalle los sentimientos que invaden al niño cuando la figura del padre, o
el nacimiento de un hermano amenazan el amor posesivo que se tiene por la
madre. Tal proceso lo describió como
complejo de Edipo, que el niño terminará por superar, pero que, de no ser así,
le creará fuertes conflictos cuando sea adulto. Los celos infantiles se manifiestan a través de algunas
regresiones en la conducta (enuresis, agresividad, humor cambiante). Cuando los
celos adquieren carácter patológico (delirio de celos), revelan una
malformación de la personalidad y, frecuentemente, un complejo o sentimiento de
inferioridad.
El término “Complejo de Edipo”
fue acuñado por el neurólogo Sigmund Freud, que consideraba dicho complejo como
una etapa fundamental en el desarrollo psicosexual del niño y estableció que ocurría
entre los 2 y los 5 años, cuando los niños experimentan intensos sentimientos
de amor, odio, miedo y celos, que desaparecen una vez que el niño se ha
identificado con el padre y ha aprendido a reprimir sus instintos sexuales.
El niño que queda “fijado” en
esta etapa (la etapa fálica) del desarrollo libidinal, o en cualquiera de las
otras etapas señaladas por Freud (oral, anal o latente), puede experimentar
problemas en la vida adulta debido a la falta de gratificación o a la sobre
gratificación de sus necesidades. De hecho, Freud indico que el complejo de
Edipo, como resumen de las tendencias libidinales socialmente inaceptables de
la primera infancia, constituye el complejo nuclear de las neurosis, y que la
tarea terapéutica del psicoanálisis consiste en elaborar la fijación edípica
–el amor a la madre y el odio al padre-, de manera que el sujeto pueda
encontrar sustitutos socialmente aceptables de su madre y así reconciliarse con
su padre.
Freud consideraba que esta misma
estructura de relaciones, pero invertida (el amor al padre y el odio a la
madre), constituía el complejo de Edipo femenino, denominado por el
psicoanalista suizo Carl G. Jung “Complejo de Electra”, que dentro del
psicoanálisis es el nombre con el que se le denomina el deseo sexual que siente
la hija hacia al padre, acompañado por un sentimiento de rivalidad hacia la
madre y un concomitante deseo inconsciente de su muerte.
La investigación antropológica
sostiene que el desarrollo psicosexual de una persona está determinado por la
cultura y la socialización, y que este tipo de complejos no están presentes en
todas las culturas. Mitos como el de Narciso, Edipo y Electra han sido
utilizados por Freud y el psicoanálisis. Se ha insistido mucho en la definición
del narcicismo como una tendencia destructiva, olvidando que puede ser también
un comportamiento positivo. Al fin y al cabo, en el mito original el personaje
acaba convertido en flor después de sumergirse en las aguas que le devuelven su
imagen. La seducción, en el ámbito amoroso, incluye una inclinación narcisista
y de autoestima: la mirada y los elogios del amado enaltecen el amante y viceversa.
El complejo de Edipo y el complejo de Electra aluden, respectivamente, a la
identificación del niño y de la niña con el progenitor del sexo opuesto.
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